[Sábado. Sala de una casa. Atardece.]
Debo reconocer que no es grato para mí reconocer lo que, un sábado a las cinco de la tarde resolví. Estaba escuchando una canción de Sabina, leía el libro de RC Nunca confíes en mí, y recién terminaba de fumar un poco de hierba que tenía guardada. Sé que es complicado imaginarse la figura de alguien haciendo todo a la vez, pero no viene al caso explicar porque lo hacía. Entonces se me vino a la mente una conversación que tuve con una amiga hace unos días.
[Miércoles. Bus. Camino a la Av. Arequipa. Medio día.]
Aquel día la fui a recoger a la Alianza Francesa de Miraflores y que era uno de esos días raros del clima limeño en los que salió el sol. Estaba un poco retrasado pues no sabía exactamente cuánto demoraba el trayecto de mi casa a la Alianza, pero ella, gustosa, me esperó. Mientras Sofía cruzaba la calle pude darme cuenta que cuando los rayos caían sobre ella se veían más intensos que de costumbre. Estaba más radiante de lo que me acordaba. Llevaba ese saco que tanto usa y el cabello alborotado.
La salude con cariño, como siempre lo hago. Y empezamos a caminar y charlar. Ella me contaba sus problemas cotidianos y yo la escuchaba con paciencia. La trataba de entender, cosa que últimamente no me parece tan difícil como antes, y le comentaba lo que pensaba de ello. Sus problemas con José Enrique me parecían comprensibles, pues ambos son bastante locos de diferentes formas. La forma de ser de Sofía siempre le traía problemas personales. No por mala ni por puta, simplemente es diferente al resto. José también es un poco diferente, pero mientras hablaba con ella me di cuenta que, incluso siéndolo (me refiero a lo loco), busca algo convencional. Racional, justo y cursi; pero convencional. Normal.
No sabía cómo colmar las dudas de Sofía, pero ella poco a poco las saldaba sin ayuda.
-Pienso que el problema conmigo es que siento que, por más que lo intente, soy insuficiente.
-¿Insuficiente?- La interrumpo, pues no entendía su punto.
-Sí. Para él, mis padres. Todos en realidad.
-Ohm…- me preocupó la forma en como lo dijo. Por eso no dije mucho. –Entiendo…
-No me mal interpretes. No es que quiera que todo el mundo esté feliz conmigo y de acuerdo con todo lo que diga. Sólo que no me parece cambiar tanto para estar bien con alguien. No puedo estar diferente para hacerlos feliz. ¿No?
La observé por un tiempo y le tendí un abrazo cariñoso. Dándole a entender que estaba, de cierto modo, de acuerdo con ella.
[Sábado. Sala de una casa. Anochece.]
Me di cuenta de dos cosas: La primera, que la gente normal suele empezar a cambiarse para salir. Posiblemente, de ser normal, debería empezar a hacer planes para salir algún fin de semana. De ser normal debería invitar a salir a alguien que me interese, o hacer de compinche de alguien para aventurar por las noches limeñas –noches tan cargadas de alcohol y diversión nada sana-. Entonces empecé a notar que tampoco soy tan normal. Luego, me puse a pensar en lo que me advertía Sofía. Que la gente, usualmente, espera mucho de uno. Los padres quieren que sus hijos fueran como se los imaginaron. Esperan ingenieros, abogados, médicos o algo más o menos exitoso. Que los amantes esperan una persona que se adapte más o menos a uno, que lo quiera y que aguante sus cojudeces. Que los amigos esperan siempre de uno fidelidad y confianza. Normalmente la gente no espera que sus amigos vayan por ahí apuñalándolos, siéndoles desleales, o los amantes no esperan que sus parejas anden por ahí viviendo su vida sin mostrarles cariño y comprensión. Y, definitivamente los padres no esperan que uno sea un vago o un aventurero, una persona que viva la vida con espontaneidad sin que le importe mucho lo que viene. La gente espera algo de uno. Y con frecuencia, ese algo no es lo que somos.
Por eso, no muy deseoso de reconocer lo que resolví esta tarde, hago un llamado a todos esos padres, amantes, amigos lectores de este blog -los cuales, asumo, son unos pocos- a que no esperen nada de sus hijos, parejas o amigos. Les invito a prometerse a algo que, aunque me cueste reconocer, le prometí a Sofía: “Prometo prometerte NADA”.
Un saludo a uds.
Roberto.
Les paso el video del trailer del libro de RC que andaba leyendo mientras se me ocurrió esta insensatez
Este es el post que más me ha gustado, estoy totalmente de acuerdo. Gracias por escribirlo.
P.D: No esperaba que escribieras algo así.
Un fuerte abrazo.
Ciao.
-giampiero
te amo. :}
eres mi inspiracion,
siempre pienso an ti cuando escribo, y en verdad espero algun dia, ser tan buena como tu.
nunca te olvides de eso. :}