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Archive for the ‘Personales’ Category

Termina la clase de gestión. De verdad siento que no puedo aguantar las cuatro horas a la semana de un curso tan aburrido. Me aburre. Siento que nada me ata, en lo más mínimo a él y me siento vacío, como si, de verdad, estuviera regalando mi plata a la universidad. No tengo nada contra los gestores, en efecto tengo muchos amigos que estudian esa carrera, pero no es lo mío. No lo es. Me despido de mi grupo de trabajo. Emily, Shirley y Jhoanna. Las tres son guapas, pero distintas. Diría que cada una tiene lo suyo, me inspiran confianza y parece que es mutua. Agarro mis cosas y me voy a la facultad de arquitectura. Pienso que probablemente me puedo encontrar con alguno de los amigos fumones que conocí en las últimas semanas, pero no encuentro a nadie. Ni uno. Me siento en un rincón, prendo el ipod de mi hermano, porque el mío se perdió –la verdad pienso que se lo robaron, pero no me importa-.

A lo lejos, una pareja hace de las suyas. “Por eso le llaman Paraíso”, pienso, “porque es el lugar perfecto donde uno puede hacer lo que a ojos de los demás no es apropiado: algunos fumamos, y otros se aman.” Un par de pitadas son suficientes para olvidar la desazón de estar en clases a las ocho de la mañana y me quedo pensando en la escena -casi casi sexual- que tengo enfrente. “Son suertudos. Suertudos, porque sí”. Seguramente no eran Adonis y Afrodita, pero parecían quererse con sinceridad. En el momento no importa si es la firme, o una trampa. Tampoco importa si le dedica el tiempo suficiente, o si la trata como una basura, porque aquellos momentos que se quedan grabados en mi mente son estos en los que se quedan mirando fijamente. Por un momento se inmutan.  Sólo dos o tres segundos, pero parece que es mucho más. Sonríen y se quedan dormidos. Toda una mierda cursilona de película hollywoodense, pero me gusta.

En ese momento lo re-pensé. ¿Y a mí cuándo? ¿Cuándo me quedare colgado de alguien sin estar colocado? Tal vez sea algo similar ¿no? Debe ser como estar un poco colocado por alguien. ¿Quién sabe? En el fondo estar enamorado te seda un poco, te atonta: es como estar colocado ¿verdad? “Quiero estar colocado” Le doy un par de golpes más a la pipa y me paro para irme a a almorzar. Prendo un cigarro y me voy. Colocado.

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Algo parecido al Alzheimer

A veces, cuando quiero recordar cómo llegué aquí, sólo llego a acordarme que no recuerdo nada de lo que pasó más allá de tres años atrás. No tengo buena memoria francamente, por eso a veces olvido que duermo casi en la calle y me siento tranquilo por un minuto; sólo un minuto. El cuarto que habito apesta a muerto, a veces sueño que soy yo el que morí, o al menos mi alma. No recuerdo bien quién soy, cuando los médicos trataron de diagnosticar mi mal, ya era muy tarde. Pienso que los medicamentos que tomo no surgen efecto, cada día me olvido más de las cosas.

La quimioterapia quitó rastro de bello en mi piel, mis ojeras pesan tanto que cierran mis ojos todo el día, me duele todo cuando estoy despierto y lo único que me sigue calmando son las dosis de marihuana que me recetó el médico luego de empezar con la quimio. Es irónico, después de llevar la vida de la manera que, me dijeron, llevé, luego de tantas rolas y jaladas, luego de vivir cada fiesta como la última, luego de haber estado stone de tal maneras por las tardes, que no recordaba un almuerzo en el que me sentara a la mesa lúcido, me vengan a recetar dosis de marihuana medicinal. Es curioso ¿no?

Estoy en mi casa todo el día, y a veces, mientras converso, olvido de que estaba hablando. Cuando el médico me dijo que era “algo así como el Alzheimer” me quedé privado, dejé los estudios y me deprimí más aún. A veces olvido porqué estaba deprimido. O de que estoy enfermo. A veces sólo lo recuerdo cuando no recuerdo las cosas.

Lo bueno es que tengo una novia. Una muy linda, de cabello marrón ondulado y mirada pícara.  No sé qué música le gusta, pero seguro que le gusta alguna. Dicen que le estudia algo relacionado a pacientes, creo que le dicen doctora algo, pero me tiene sin cuidado. No recuerdo nunca su nombre, pero creo que la quería mucho, o al menos eso pienso. Todas las noches me cuenta una historia, dice que se parecen a las que vivíamos, pero que ella siempre exagera. Viene cuando se pone el sol, luego de su clases en… no recuerdo donde. Y prepara café con leche y tostadas con mantequilla. Lo hace con mucho amor, o eso parece. Aún no se porqué viene seguido, pero… ¿A qué iba?

Al llegar la noche a veces sueño. Sueño que todo es diferente y que lo recuerdo todo, que acabé la universidad y que soy periodista, porque la chica que viene todas las noches siempre me dice que soy periodista. Sueño que tengo una casa pequeña y un café en la avenida Larco, ella siempre cuenta historias del café de la avenida Larco.

Quiero volver a tener mi vida, pero no recuerdo muy bien cual era…. ¿A qué iba?

 

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Insuficiencia

[Sábado. Sala de una casa. Atardece.]
Debo reconocer que no es grato para mí reconocer lo que, un sábado a las cinco de la tarde resolví. Estaba escuchando una canción de Sabina, leía el libro de RC Nunca confíes en mí, y recién terminaba de fumar un poco de hierba que tenía guardada. Sé que es complicado imaginarse la figura de alguien haciendo todo a la vez, pero no viene al caso explicar porque lo hacía. Entonces se me vino a la mente una conversación que tuve con una amiga hace unos días.

[Miércoles. Bus. Camino a la Av. Arequipa. Medio día.]
Aquel día la fui a recoger a la Alianza Francesa de Miraflores y que era uno de esos días raros del clima limeño en los que salió el sol. Estaba un poco retrasado pues no sabía exactamente cuánto demoraba el trayecto de mi casa a la Alianza, pero ella, gustosa, me esperó. Mientras Sofía cruzaba la calle pude darme cuenta que cuando los rayos caían sobre ella se veían más intensos que de costumbre. Estaba más radiante de lo que me acordaba. Llevaba ese saco que tanto usa y el cabello alborotado.

La salude con cariño, como siempre lo hago. Y empezamos a caminar y charlar. Ella me contaba sus problemas cotidianos y yo la escuchaba con paciencia. La trataba de entender, cosa que últimamente no me parece tan difícil como antes, y le comentaba lo que pensaba de ello. Sus problemas con José Enrique me parecían comprensibles, pues ambos son bastante locos de diferentes formas. La forma de ser de Sofía siempre le traía problemas personales. No por mala ni por puta, simplemente es diferente al resto. José también es un poco diferente, pero mientras hablaba con ella me di cuenta que, incluso siéndolo (me refiero a lo loco), busca algo convencional. Racional, justo y cursi; pero convencional. Normal.

No sabía cómo colmar las dudas de Sofía, pero ella poco a poco las saldaba sin ayuda.
-Pienso que el problema conmigo es que siento que, por más que lo intente, soy insuficiente.
-¿Insuficiente?- La interrumpo, pues no entendía su punto.
-Sí. Para él, mis padres. Todos en realidad.
-Ohm…- me preocupó la forma en como lo dijo. Por eso no dije mucho. –Entiendo…
-No me mal interpretes. No es que quiera que todo el mundo esté feliz conmigo y de acuerdo con todo lo que diga. Sólo que no me parece cambiar tanto para estar bien con alguien. No puedo estar diferente para hacerlos feliz. ¿No?

La observé por un tiempo y le tendí un abrazo cariñoso. Dándole a entender que estaba, de cierto modo, de acuerdo con ella.

[Sábado. Sala de una casa. Anochece.]
Me di cuenta de dos cosas: La primera, que la gente normal suele empezar a cambiarse para salir. Posiblemente, de ser normal, debería empezar a hacer planes para salir algún fin de semana. De ser normal debería invitar a salir a alguien que me interese, o hacer de compinche de alguien para aventurar por las noches limeñas –noches tan cargadas de alcohol y diversión nada sana-. Entonces empecé a notar que tampoco soy tan normal. Luego, me puse a pensar en lo que me advertía Sofía. Que la gente, usualmente, espera mucho de uno. Los padres quieren que sus hijos fueran como se los imaginaron. Esperan ingenieros, abogados, médicos o algo más o menos exitoso. Que los amantes esperan una persona que se adapte más o menos a uno, que lo quiera y que aguante sus cojudeces. Que los amigos esperan siempre de uno fidelidad y confianza. Normalmente la gente no espera que sus amigos vayan por ahí apuñalándolos, siéndoles desleales, o los amantes no esperan que sus parejas anden por ahí viviendo su vida sin mostrarles cariño y comprensión. Y, definitivamente los padres no esperan que uno sea un vago o un aventurero, una persona que viva la vida con espontaneidad sin que le importe mucho lo que viene. La gente espera algo de uno. Y con frecuencia, ese algo no es lo que somos.
Por eso, no muy deseoso de reconocer lo que resolví esta tarde, hago un llamado a todos esos padres, amantes, amigos lectores de este blog -los cuales, asumo, son unos pocos- a que no esperen nada de sus hijos, parejas o amigos. Les invito a prometerse a algo que, aunque me cueste reconocer, le prometí a Sofía: “Prometo prometerte NADA”.

Un saludo a uds.

Roberto.

Les paso el video del trailer del libro de RC que andaba leyendo mientras se me ocurrió esta insensatez

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Palabras que no bastan

Dejo pedazos de mí con cada paso que doy.

A veces quiero retractarme, dar mi brazo a torcer y disculparla. A menudo, lo poco de cariño que me queda hacia ella, me pide de rodillas que debería olvidarlo todo; que debería hacer como si nada. Y aunque con frecuencia empiezo a hacer caso a ese lado blando que aún guardo y no quiero guardar, sé que no puedo. No puedo olvidar lo que hizo, por ética, cariño propio y orgullo, no puedo olvidar como mintió, no puedo dejar de sentir que escribí y dije bobada y media por nada. Nada.

Por primera vez no tengo esa sensación de que lo que hago está mal. Los motivos son justos, firmes y racionales. Sé que nunca hago caso a mi razón, pero supuse que debía empezar a intentarlo. No la odio, sería falso creerlo; es más considero que aún la quiero y por eso aún me jode un poco todo esto. Siento, más bien, que me ha decepcionado, que me ha desilusionado, incluso que ha sido desleal. Porque aunque sólo haya sido mi amiga, o con mayor razón por ello, debió ser sincera desde el comienzo.

Ahora siento que confío con mayor dificultad, o al menos aparentemente. ¿Por qué? Me pregunto sin respuesta. ¿Por qué no fue sincera? ¿Acaso era tan difícil? ¿Por qué la necesidad de inventar palabras, cursilerías y cosas cuando no las sentía? Al fin y al cabo es mejor ser crudo pero directo y sincero. Al perderla, no sólo he perdido la letra, pues como verán ya no escribo como antes. Ahora cada palabra que se imprime en papel es peor que la anterior, cada línea más ilegible, cada frase menos inspiradora. Me he vuelto un desastre, más despreciable de lo que era, más apático y menos confiable. Además de ser malo en las artes amatorias, soy un desconfiado y mal amigo. Desconfiado, mal amante y mal amigo; pero orgulloso, seguro y más cuidadoso. De los errores se aprende y hoy aprenderé más de lo que quise aprender en algún momento.

Porque de palabras no vive uno sino de acciones que demuestren la base de lo dicho. Adiós. Te quise.


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Donde habíta el olvido

Era la hora de huir
y se fue, sin decir:
«llámame un día».
Desde el balcón, la vi
perderse, en el trajín
de la Gran Vía.

(Donde habíta el olvido. Joaquín Sabina)

Sé que no olvidaré tu nombre, ni cada letra de tu apellido. Sé que no olvidaré el color de tus ojos, ni el olor de tu cabello. No olvidaré como me mirabas, ni como dejabas de hacerlo. No olvidaré cuando reías. No olvidaré la forma de tus dedos, ni el amague que hacían al bordear tu cabello. No olvidaré tus palabras, ni cada frase que salió de ti. No olvidaré como me olvidaste, como pasó el tiempo sin darme cuenta. No olvidaré mis errores ni los tuyos. Pero sé también que algún día lograré olvidar el hecho que te quise tanto. Tal vez no hoy, ni mañana. Pero algún día dejaré de quererte, tal como lo hago ahora.

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La canción del post. O, en este caso, el post de la canción.

(más…)

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Buenos días niña buena

En compensación por ser un cabrón de mala entraña estas últimas semanas con la niña buena, prometí hacer una publicación demasiado decorosa para mí.

PD: Sin daños a cuartos, porque los terceros ya estan damnificados.

Me gusta tu cabello, y que oculté un ojo tras él. Incluso cuando haces que cambie de color. Me gusta verlo amarrado, y a veces suelto. Me encanta su olor.

Me gustan tus ojos. Su forma y su color. Me gusta cuando está maquillado, y lo prefiero sin él. Me gusta que quiñe el ojo, y que sufra en el intento de lograrlo. Me gusta esa forma peculiar con la que te mira. Pero no me destroza cuando lloran, porque entiendo que soy un imbécil.

Me gustan tus labios. Incluso cuando se arrugan molestos, porque me indican que algo malo ha pasado. Me gustan cuando besan, cuando cantan, cuando hablan, cuando chillan. Me encanta que sonría. Pero me odio cuando se entristecen.

Me gustan tus peculiares orejas. Aunque digan que son grandes como la de tu coneja.

Me gusta tu cuello. Me gusta cuando está tapado, porque estas ocultando algo. Me gusta cuando no lo está, porque sé que no te importo que lo sepan. Me gusta cuando está dibujado, porque me doy cuenta que eras valiente.

Me gustan tus manos. Cuando dibujan. Cuando escriben. Cuando señala. Cuando golpean, porque temen hacer daño. Cuando cuidan al que hicieron daño. Cuando son cabras. Cuando son punk. Encanta cuando hacen algo bueno, porque les dio la gana.

Me gustan tus pies. Me gusta que no digan cuanto calzas en serio. Me gusta que sean pequeños, graciosos.

Me gusta como vistes. Me gusta cuando usas el Jean roto o el polo raro. Me gusta que diga que tan tú eres. Me gusta que seas amiga. Que ayudes con frecuencia. Que perdones. Me gusta que hables ingles, y más que lo cantes. Me gusta que seas sincera. Me gusta hagas que sea un poco vulnerable, porque así descubrí que no soy persona. Pero me encanta que estés loca. Que odies mis tonterías, y que las entiendas. Que me mires, y veas dentro de mí. Que pienses. Que temas hacer daño. Que tengas tres nombres.

¿Pero sabes? Lo que más me gusta de ti es que seas como tú. Que no te parezcas a nadie. Me gusta eso. Más que nada. Ni ahora ni antes.

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Hasta luego niña buena

[Lima. Un lunes cualquiera señor Vallejo. Un lunes]

Se despertó decidido. Buscó su maleta y metió lo más importante. Paola seguía dormida y él empezaba a extrañarla. Dejó la maleta en la puerta, con sus cosas. Se cambió. Cogió una hoja y empezó a escribir. Puso la nota encima del velador, le dio un beso a su novia y se fue.

Horas después despertó Paola. Vio la cama vacía y empezó a angustiarse un poco. Empezó a gritar “¿Sebas?… ¿Sebastián estás ahí?” Pero nadie contestaba. Cogió la nota y sin siquiera leerla empezó a llorar. Dedujo lo ocurrido, su cepillo no estaba, tampoco sus libros. Las tres únicas camisas faltaban, al igual que el retrato de la madre de Sebas, que siempre carga. Sebastián la había dejado sin dar mayor explicación de la que estaba en la nota.
“Niña buena:
Me voy por un tiempo, porque te quiero. Me voy porque no aguanto ver caer lágrimas de tu rostro cuando peleamos. Me importas, más que nadie quizá, y por eso tengo que partir por un tiempo. Tengo que crecer sólo, porque si lo hago contigo sufrirás más de lo que lo haces ahora. Tengo que aprender a valorarte, y valorarnos.
Te ama.
Sebas”

Paola lloraba de impotencia y de rabia. Porque entendía que lo que hacía Sebastián era, para él, necesario, pero le jodía que se haya ido sin más. Sin la posibilidad de convencerlo. Y es que Sebastián está acostumbrado a solucionar las cosas solo, sin la ayuda de los que lo quieren. Peca de terco, de obstinado. A veces, cree Paola, parece una roca y ella no podrá querer a una roca siempre.

[Ella, aunque no le guste hacerlo, se prometió esperar. Esperar que crezca, a que cambie, a que olvide, como Sebas dice. Se sentará a esperar que regrese cuando quiera y como pueda, pero espera que al fin y al cabo lo haga.]

[Él cree que cuando regrese nada será igual. Que ha cometido una grave equivocación. Siempre recuerda las palabras de su hermana, las mujeres perdonan; pero no olvidan. Pero ya es tarde, dice.]

Ambos, de lejos, se dicen adios.

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Dani foto revista

Dani, en Francia, y la foto que la llevará al estrellato.

Recuerdo el día que la volví a ver, después de su largo viaje, se veía distinta. Era jueves, de esos en los que falto a las únicas dos horas de clase que tengo. Pretendía hacerla de jugador de fútbol. Mentía a todos, y un poco a mí. Sabía que no juego ni canicas, pero aún así estaba ahí. Sudando. Corriendo detrás del balón. Mi corta vista hacía que me mueva con torpeza. Pero aún así estaba ahí.
-Pocho. Teléfono.
-…- Jadeo de cansancio.- ¿Quién?
-…- Hace un silencio como pensando que hacer. Luego habló por mi celular.- Una Daniela. Dice que acaba de salir de clase.- Me acercó a Javier, que seguía hablando con ella cosas que jamás me enteré.
-“Trae pa`ca”.- A Javier. Tomé el teléfono.- ¡Dani! ¿Estás en letras?
-¡Pochito! Estoy en camino a las canchas. Tu amigo Javier me cayó súper bien.- Entonces volteo a putearlo con la mirada por gilero y quedamos, con Daniela, en encontrarnos en los bebederos, después de todo ya no tenía pulmón para seguir detrás del balón haciendo el ridículo.

Mientras camino pienso que me he vuelto sobre protector. Que olvido, a veces, que esa muchacha que conocí hace algunos años ya ha crecido. Es toda una mujer que irradia belleza, alegría y sabios consejos. Entonces entiendo que la pequeña rubia de dieciséis que conocí tiene ahora dieciocho y parece de cuarentitres.

Llego a los bebederos, pero aún no llega. Aprovecho para quitar el sudor de mi cabeza y refrescarme del sol. Noté que el grifo estaba un poco oxidado, pero no me importó. El chorro de agua es suficientemente grueso y de un solo golpe meto la cabeza en el agua. De pronto me quedo sordo porque el agua me tapa los oídos, y me gusta sentir que no hay nada más que agua refrescante calando mi cerebro.

“Todo estará bien Pochito. No te preocupes.” Me repite siempre. Pero como no preocuparse cuando está mal. Cuando la gripe la desanima. Cuando la depresión la toca. Me preocupo y está bien. Pero tiene razón… con el tiempo todo estará bien.

Mientras seguía sordo por el agua siento que me tocan el hombro. Y en un intento torpe por sacar la cabeza del chorro me golpeo, y era de esperarse.
-¿Pochito estás bien?
-Sí Dani. No re preocupes.- Luego la observo y me di cuenta que había cambiado más. Estaba ligeramente bronceada y su cabello parecía ser más rubio aún. Su expresión de “ten cuidado, no seas tan tonto” me causaba gracia. Pero no era sólo eso. Parecía que venía diferente incluso por dentro. Pensé que los franceses le habían cambiado algo, pero no sabía que era.

Se alejó un poco para que yo pudiera secar mi cabello en un movimiento parecido al que hacen los perros cuando los bañan, y apenas terminé de regar el pasto con los diez litros de agua que yacían en mi cabeza se sujeto de mi cuello con fuerza de un brinco. Me abrazó con firmeza, apretando mi cuello. La extrañaba, y parecía que ella también. Al menos eso decía mi cuello que, después del abrazo, lucía rojo por las calles.

Conversamos. De todo y de nada. Como siempre, como si no se hubiera ido ni dos días. Hablamos de que al primero que vio fue a Richi, su novio. Dijo que se sentía muy feliz de verlo y me gustó verla feliz de nuevo. Luego comimos. Fumamos. Nos tiramos al pasto y buscamos algo más que hacer. No me preocupaba, con ella siempre hay algo que hacer. Una, dos o diez horas. Vimos sus fotos de Francia. Escuchamos mi música y no le gustó. Luego la de ella y me agradó, incluso más que la propia.

Tal vez yo viaje este año. Quizá llegué más gordo y no radiante como ella. Puede ser que no traiga regalos por tacaño. Pero en el fondo sé que cuando regrese todo será como siempre. Sé que Dani, mi “amiga personal” –valga la redundancia (1)- seguirá siendo aquella buena amiga con la que puedo compartir infidencias, tonterías, risas y tristezas.

Dedicado a aquella chica agripada por rockera. A esa hija de padres liberales que tanto me hace reír.

(1) Un amigo personal, según el diccionario cristorisence es aquel amigo de verdad.

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Encontrarlo fue un problema. Mi error fue no hacerle caso a las advertencias. No concebía la idea de que alguien de este siglo no use su celular, teléfono fijo ni reloj. Nos tuvimos que comunicar por mails, los cuales tardaban milenios en ser contestado. Era como tratar de buscar a algún tipo de ermitaño. Sin embargo llegó puntual, y aún no entiendo cómo.

Ingresó al restaurante con problemas en la entrada. Su descuido al vestir a veces hace que lo confundan por mendigo. Un polo simple, unos jeans gastados, las veintiúnicas zapatillas y el cabello largo suelen ocasionarle problemas con frecuencia.
Me saludó con un simple pero cordial «hola». Con una sonrisa tímida, ojos que inspiran nostalgia y una postura extraña me indica que está listo para la entrevista. Le invito a que pida algo y alegando que no tenía apetito pidió sólo una coca cola. “La de siempre”, agrega.

SOBRE EL PODER Y LA LIBERTAD

-¿Dónde reside el auténtico poder: en el dinero, la política, la Iglesia, en las fuerzas armadas, en los medios de comunicación…?
-¿Auténtico poder?… [Piensa]… No estoy seguro de la existencia de un poder auténtico. Me parece que cada uno: política, la Iglesia, las fuerzas armadas, los medios de comunicación; tienen un poder especial. Uno que mueve masas de diferente forma. Y tal vez en su interacción resida ese ficticio auténtico poder.
-¿Qué te gusta de la política y qué aborreces de ella?
-Me gusta la intención, pero aborrezco los medios que usan para su fin y cómo, a veces, no se logra a cumplir dicha intención. Creo que, en cuanto a política, el Perú es un país lleno de buenas intenciones. Las cuales se corrompen en el proceso.
-Quieres decir que no eres de los que dicen “el fin justifica los medios”
-Definitivamente no. Eso implicaría afirmar que Fujimori fue un buen presidente. Y eso es totalmente falso.
-¿Cómo debe ser la relación entre prensa y poder?
-No sé exactamente como debe ser. Pero estoy seguro que no debe ser amical. Puede ser cordial, pero jamás tan cercana.
-¿Qué político te parece nefasto?
-Lamentablemente muchos. Puedo empezar por Hugo Chávez, George Bush, Ollanta Humala, Alberto Fujimori, Fidel y Raúl Castro. La lista puede ser interminable y la entrevista puede nunca acabar si continúo.
-¿Adhieres a alguna ideología, pensamiento político y/o religión?
-Ahí me agarraste…- le da una calada a su casi extinto cigarro y continúa- Creo, porque aún no estoy muy seguro, que soy un poco de centro derecha. Como la mayoría de jóvenes que no creen en los partidos de extrema. En cuanto a religión, siempre he dicho que soy nihilista. Pues creo, pero no me importa.
-¿Existen temas que no deben tocarse nunca?
-Creo que los temas tabú son temporales, en algún momento se tocarán. Por eso se debe de hablar de todo.
-¿Son válidas las razones de Estado para silenciar una información?
-Sólo en Estado de guerra, y en ciertos temas. Caso contrario no.
-¿El estado debe poseer medios de comunicación?
-Creo que es sano que el Estado use medios de comunicación para informar lo que está haciendo. Pero no es sano que el gobierno de turno lo use para promocionar su campaña.

ADICTO COMPRENSIBLE
Vive solo en un módico apartamento que le dejaron sus padres. Eller, el padre, se separó de la familia hace seis años. Y Antonia, su madre, partió para los Estados Unidos hace tres en búsqueda de algo mejor. Dice que tiene el departamento hecho un desastre, y que no piensa hacer nada para arreglarlo. Le gusta leer, pero sólo por las noches. Y cree que aprendió a escribir, lo poco que sabe, gracias a las críticas que recibieron sus dos primeros blogs, cuando empezó a leer un poco más de lo normal. Es adicto al cigarro y la coca cola, pero es comprensible pues lo hace para inhibir el sueño. Quiso estudiar periodismo desde hace poco tiempo. Aquellos días en la casa de su madre, en soledad perpetua, le sirvieron para leer más y analizar su vida a fondo.

-¿Qué es ser periodista?
-Es ser curioso, decidido, y, tal vez, un poco irreverente. Si uno se deja llevar por los demás no puede ser un periodista de verdad.
-¿Qué cualidad innata debe tener un periodista?
-La curiosidad mató al gato, pero hizo al periodista. Un periodista poco curioso se arrepentirá de haber elegido esta carrera.
-¿Cuales son los temas que más te atrae abordar?
-Me interesa la política en general, pero sobretodo aquello que tengan que ver con casos de corrupción. Lamentablemente a veces parecen ser cotidianos.
-¿Quién o quienes han sido tus referentes?
-Federico Jiménez, por su tono ácido y sus magníficas entrevistas. Fernando Ampuero, por su prosa tan rica en contenido y forma. César Hildebrandt, por su independencia. Jaime Bayly… [Se ríe]… por su comicidad y su… ¿astucia? Y algunos otros por motivos más personales.
-¿Cuál es la enfermedad del periodista?
-La falta de independencia y el complejo de borrego.
-¿Complejo de borrego?
-El de no innovar. El dejarse llevar por la multitud.

SOBRE TEMAS CAPITALES
-¿El off the record es inviolable?
-Debería serlo, al menos por ética.
-¿Es válido pagar para conseguir cierta información?
-Debería evitarse, pero es válido siempre y cuando la información sea legítima.
-¿Qué opinión tienes de las cámaras ocultas?
-Depende. Si sirve para pescar un delito, su uso sería válido. Pero si lo usan para traspasar la intimidad de alguien no.
-¿Propalarías información que hiciese caer al presidente de la república?
-Si es un delito anticonstitucional, lo haría.
-¿La prensa es el cuarto poder?
-La prensa tiene mucho poder. Pero no del mismo tipo que los tres poderes del estado.
-¿Es importante el buen humor?
-Siempre. Si uno se toma todo en serio, la vida de uno empieza a volverse amargada. Pero el buen humor no es lo mismo a tomar las cosas a la ligera.

Roberto Rojas Nació en Lima. Un 15 de diciembre del año 89. Está soltero y quiere seguir así. Le gusta caminar con cigarro en mano por la universidad. Disfruta de la compañía de sus amigos, pero prefiere vivir sólo en casa. Le encanta el cine, ergo no es un conocedor del tercer arte. Monta Bicicleta los fines de semana y todos los veranos aprovecha la rudeza del mar para ponerse a prueba. No hace mucho deporte, pero le gustaría haber tenido una habilidad futbolística. Escuché por rumores que baila bien, pero no se atreve a aceptarlo. Conoce gran parte del Perú y un sólo lugar del extranjero, Miami, la ciudad que vio crecer a su pequeña hermana. Quiere conocer Madrid y pasar ahí sus últimos días.
-¿Qué es lo primero que le miras a una mujer?
-Los ojos, los ojos de una mujer me enamoran.

SOBRE EL PERÚ
-¿Qué mal aqueja al Perú?
-La amnesia. El pueblo peruano lo olvida todo.
-¿Crees entender al país?
-Aún no. El Perú es un país pluricultural, pluri-ideológico, pluri-todo. Aún tengo mucho camino por recorrer.
-¿Qué te divierte y qué te enfurece de él?
-Me divierte la comida, la gente y su forma de vivir. Me enfurece la falta de espíritu por hacer las cosas bien. Detesto ese dicho que corre por las calles: «así es el Perú pues».
-¿El Perú se gobierna o se manda?
-Se intenta gobernar, pero como no lo logran se manda.
-¿Cuál es el peor presidente que hemos tenido desde Velasco hasta la fecha?
-Alan García, en su primer gobierno. Era muy joven, inexperto y mal asesorado.
-¿Y cuál fue el que le hizo mayor daño a la prensa?
-Fujimori.
-¿Te arrepientes de algo?
-He cometido muchos errores en mi corta vida, pero creo que todo pasa por algo. Arrepentirse, para mí, significa no aceptar que todo lo que pasa enseña. Incluso los errores.

SOBRE LOS PERIODISTAS
¿Raúl Vargas? Claro, preciso. ¿César Hildebrandt? Independiente, a veces en extreo. ¿Aldo Mariátegui? Valiente. ¿Enrique Zileri? Tiene talento innato. ¿Rosa María Palacios? Chancona. ¿Cecilia Valenzuela? Oportunista. ¿Jaime Bayly? Locuaz y divertido. ¿Beto Ortiz? Me parece que ahora sólo hace espectáculos, y siempre se debió dedicar a eso. ¿Nicolás Lúcar? Prefiero dejar el periodismo que convertirme en él.m

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She smiles too

When I come home, Molly smiles with the dawn
Molly smiles, and she radiates the glow around her halo
When she plays, Molly smiles
On a summer day, Molly smiles
A new day, Molly smiles

Me quebré. Y no sabía que hacer cuando la veía llorar. No sabía que decirle, que mentira contarle. Ella recién tenía diez años y no le parecía justo que la arranquen de, lo que para entonces, era su tierra. Tal vez era muy pequeña para tener costumbres arraigadas y amigos de años. Pero, de cualquier manera, era su mundo, ese lugar en el que había crecido y al cual quería mucho. Aún recuerdo ese día en el aeropuerto en el que me enmudecí y le dije que la quiero.
-No me quiero ir. Yo quiero quedarme en casa.- me decía.
-Gordita, yo te iré a ver, verás como el tiempo se pasa volando.
-…- Angelita estaba muda, solo seguía llorando
-Y estarás con mamá, ella te quiere mucho. Vas a ver como van pa’ delante.- Entonces me da un fuerte abrazo y sus lagrimas mojaban mi pecho.- te quiero, y te seguiré queriendo a la distancia.
-No quiero irme sin ti.- volvió a soltar lagrimas llenas de cólera y frustración, y en el fondo sabía que las cosas no seguían igual.
-Es mejor que no llores, mira que la mamá está tratando de estar tranquila.
-¡No quiero!
-Se macha, yo también lo haré y seré un cabrón.
-Tú eres maricón.- luego sonrió un poco por su picardía y me hizo sentir mejor.
-Soy un cabrazo si tú quieres.

Esa niña linda me dejó, y con ella el espíritu de la casa. La artista innata, destructora de paredes de voz chillona había partido al “país gringo que tanto odio”. Aún la extraño y aún la recuerdo igual de pequeña, intrépida, fugaz, pícara, traviesa, chillona y querendona. Pienso que tal vez no ha cambiado. Que sigue queriendo jugar con sus muñecas, con las mascotas que dejó y con el hermano que hasta entonces no la apreciaba como debía.

Bien dicen que uno no aprecia las cosas, y en este caso a las personas, hasta que los pierde. Y, sin ser tan dramáticos, de cierta manera la perdí. Ya no vive en mi mundo, y me perdí de sus pequeños grandes pasos de “teenager”. No la veré crecer, no la veré enamorarse, no la podré ayudar en sus decepciones ni en sus triunfos.

Sé que hago mal en recordarla como la niña chillona que impacientaba mis días. Se que su voz ha cambiado, que su cuerpo ha crecido, que no juega con muñecas; pero creo, o quiero creer, que su alma sigue siendo la misma. Que ni cincuenta novios cambiarán a la niña que se fue, que seguirá siendo mi “pequeña gorda”, sé que cuando la vea en el aeropuerto, ya como una señorita, se lanzará a mis brazos y querrá que la cargue, como lo hace todos los años. Tal vez no pueda sostenerla, a ella y a sus sueños, sus nuevas ideas, sus convicciones y logros.

Mi ángel seguirá, quizá, siendo pequeñita, al menos en mi corazón, pero volverá como una mujer madura y cabal, tal vez igual de tonta, pero sé que en el fondo habrá cambiado. Será una gran muchacha madura, más madura de lo que se fue, pero, después de todo, seguirá con el corazón intacto.

Dedicado a Angela Rojas, mi pequeña y tonta hermana, a la cual veo cada año, pero cada año siento que pasan cien. La quiero, la extraño y la admiro.

Molly smiles, de Jesse Spencer. Siempre que veo el video de la canción en Youtube la veo, pues es como Dakota en versión latina.


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